Abstract
La expansión del regadío a lo largo de las últimas décadas, y en los últimos quince años su modernización, ha necesitado incorporar gran cantidad de energía para la captación, transporte y distribución del agua a los cultivos. Esta transformación ha convertido al sector del regadío, que ocupa el 20% de la superficie cultivada en España, en el preponderante con casi el 60% de la producción final agraria. Al mismo tiempo se está avanzando rápidamente en la mejora de la eficiencia en el uso del agua, espoleado el sector por la falta de recursos suficientes en los años secos. Pero esta reducción unitaria de agua usada, del orden de un 21% desde 1950, debe ponerse en relación con la mayor intensidad de energía aportada al agua de riego que ha crecido desde 1950 en un 1800 %: la mayor eficiencia hídrica va ligada a una mayor ineficiencia energética. Los costes de la energía aportada al regadío crecen rápidamente año tras año, y pueden ser limitativos ante procesos de encarecimiento brusco del precio de la energía, especialmente el petróleo que sigue teniendo un gran peso en el mix energético español. Este riesgo se pondrá de manifiesto en los regadíos poco intensivos que utilizan aguas subterráneas o que se han implantado a cotas elevadas respecto a los puntos de captación. Los nuevos enfoques del uso de los recursos naturales a que nos obliga el cambio climático, y de manera más amplia la sostenibilidad, aconsejan introducir los balances energéticos del regadío, la huella hídrica y energética y los conceptos de agua y energía virtual, como maneras de acercarnos a las tendencias que deberán marcar los cambios necesarios para adaptar los regadíos a la sostenibilidad.